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VÍA DEL PARQUE






  La imagen de la calesita era hipnótica, el corto camino de polvo de ladrillo llegaba hasta ella y la rodeaba. El verano, las plantas frescas con flores violetas, los dos asientos de madera y detrás un globo de oscuridad, la zona misteriosa de ese local sonoro al aire libre en medio de la cuadra principal de la ciudad. Dito iba con su madre como todos los jueves a las 19hs, siempre había muchos niños en la calesita, pero solamente a él se le ocurría marchar directo hacia el fondo del local. Debajo de unos pinos, entre unos arbustos que estaban en las sombras junto a unos coches viejos del carrusel, se encontraba en desuso un pequeño tranvía sobre un carril en forma circular. Este carruaje contaba con una locomotora negra y tres cochecitos: uno verde, uno rojo y otro azul (en ese orden). Dito subía siempre al carrito azul y mágicamente el mecanismo comenzaba a funcionar. Su madre, mientras lo esperaba, leía despreocupada la revista de los famosos sentada en uno de los asientos de madera frente a la calesita. Cuando Dito terminaba sus vueltas imaginarias en el tranvía inmóvil, ella finalizaba su revista, después pasaban por lo de Barsini, la heladería adjunta, y volvían a su casa tomando helado. 

   Hasta que un día cerraron La Calesiteca, y amarga fue la pena en el pecho de nuestro Dito cuando vio el tranvía desarmado y sin vida en un flete. Él bajó aturdido del 4L que conducía su madre y corrió a preguntarle a Don Braulio que había pasado. Aquel viejo melancólico le respondió que ya no podía seguir pagando el alquiler y que estaban por demoler todo para abrir un banco. 

  - ¿Y a dónde llevan el tranvía? - Le preguntó Dito apenado. 

  - A Vía del parque, al cementerio de calesitas – Le respondió el viejo, mientras se acomodaba el pañuelo que rodeaba su cuello. 

  El tiempo pasó, el banco Procrear siguió ahí y Dito a sus treinta y cuatro años de edad, en una madrugada, fue a ver si aún existía tal cementerio de calesitas en Vía del parque. Preguntó por todos lados hasta que un linyera supo decirle que había un chatarrero a unas cuadras, que podría ser ahí. Dito dio con el lugar que resultó ser un baldío habitado solamente por un basural metálico. El jueves era gris y la garúa daba contra el óxido, los yuyos y los tréboles, él estuvo un rato revolviendo entre la chatarra hasta que al fin encontró la locomotora, los tres carritos, más algunos tramos de vía, con eso le alcanzó para rearmar un semicírculo y presentar el tren. Y entonces, cuando se desmoronó sobre su cochecito azul, se encendió lalocomotora que inició su marcha a todo vapor. Al finalizar el paseo, su madre cerró la revista y le extendió su mano, mientras Don Braulio y los niños jugaban felices en la calesita. Por eso es que desde aquel entonces no ha cesado la garúa en Vía del parque.


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