Uno cree poder elegir, cuando en verdad, las variantes de la vida son las que lo eligen a uno. Entonces, ahí sí, vale la pena poder contar con la utilidad que nos concede traspasar el riesgo.
“...Ellos saltaron sobre su cabeza y le destrozaron el cráneo, la bestia sorprendida se dedicaba a arremeter visceralmente contra los huesos ensangrentados de su alimento. Tiempo después, los cazadores y exploradores de los bosques del valle hallaron la muerte a causa de una peste desenfrenada. Peste que tal vez pudo haber sido apaciguada por la arboleda, que al ser talada, venció a las heladas del crudo invierno.” El tipo miraba el televisor boquiabierto, ya estaba abatido por la presión de tener que mantener el ritmo de los tambores de sus asuntos, pero eso de la tele le hacía reflexionar un rato al menos.
- Algo así como la cadena alimenticia... - Comentaba en voz alta. - Nadie puede zafar...- Mientras engullía unos snaks inflados que se esparcían cayendo contra su falda uniforme cual paracaidistas abatidos, o tal vez, cual armagedón de hormigas.
- ¡Bah, al carajo con esto! - Dios sólo sabe, cada uno tiene su destino escrito…- Y con eso encendió un cigarrillo y se metió en la ducha. - Pero ojo, puede ser...- Murmuraba en su soledad amorfa y enjabonada.
Llegaba justo al turno de salud que ejercía profesionalmente Elma, esperó el recambio y se edificó con ella en la noche del verano. Media hora después, relajado, analizaba etéreamente toda esa cuestión del destino, la evolución y la cadena alimenticia. Se fusionó en su 504 y salió a la ruta. El aire fresco de los yuyales de la autopista Panamericana le inflaban los pulmones de orgullo nacional. A falta de estéreo encajó una radio portátil detrás del volante y sintonizó una AM que pasaba tango todo el día. Sólo se detuvo para cargar gas, snacks y jugo de pomelo, no paró de conducir hasta ver el mar de Florianópolis, entonces estacionó su carruaje fiel en la arena de esa playa.
Lo sensual de los sorbetes y los Ray Bans, las reposeras, el olor a bronceador y una revista Condorito en una canasta le fue de lo más perfecto. Y contemplando el atardecer en la playa reflexionó en voz alta: - Estas cosas no pasan seguido… Y por eso vale el riesgo…. A veces me asusto, entonces necesito creer en algo, que se yo... En religión, en amor... O en brujerías... Y cuando descreo de todo, echo ancla en alguna actitud cerrada, eticista y moralista…. Intento manipular… Mientras tanto, lo esencial merodea a mi alrededor representándome una parodia mágica, fantástica y azul que mi visión con cinturones de brumas no me deja apreciar. Asíque, aquí y ahora, festejo los pequeños detalles, que más allá del bien, del mal y de las limitaciones, renacen y se proyectan fundiéndome con todo lo que hay.
Se compró una cámara de fotos analógica en Uruguayana y volvió una tarde.
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